jueves, 26 de febrero de 2015

La tercera edad comienza a los 27

Normalmente entendemos por adultos de la tercera edad a las personas de más de 65 años o a los ancianos en general. La idea detrás del concepto de tercera edad supone que es posible establecer etapas bien delimitadas en la vida de las personas. Así, los bebés, niños y adolescentes pertenecen todos a la misma categoría: la primera edad. Desde los 18/20 hasta los 60/65, se considera mediana edad, y por último estaría la tercera. 
Aún asumiendo que es correcto hacer este tipo de generalizaciones, igualmente estaríamos en un error al considerar que la tercera edad comienza sobre los sesenta años. Al menos así lo cree Timothy Salthouse, investigador de la Universidad de Virginia, quien afirma que la tercera edad comienza a los 27 años. Veamos de qué se trata.
Salthouse trabajó con 2000 voluntarios a lo largo de siete años, a quienes se les pidió que resolvieran puzles, identificaran patrones en letras y símbolos, y realizaran otros ejercicios mentales que a menudo se aplican para diagnosticar demencia y Alzheimer.
Curiosamente, Salthouse comprobó que la edad promedio en la que las personas resolvían los puzles y el resto de las actividades con un óptimo de eficacia era a los 22 años. Luego se mantenían estancos durante cinco años y su rendimiento cognitivo comenzaba a decaer a los 27 años.
Según Salthouse, las capacidades del cerebro comienzan a menguar paulatinamente a los 27 años, evidenciando grandes pérdidas hacia los 37 y empeorando aún más hacia los 42.
La-tercera-edad-comienza-a-los-27-001.jpg

Según este estudio científico, el consumo de bebidas alcohólicas puede alargar la vida


Los científicos analizaron una muestra de hombres y mujeres mayores de 50 años y observaron que las mujeres mayores de 65 que bebían al menos cinco medidas de alcohol por semana, vivían más en comparación con las que no lo hacían.

Contrario a lo que siempre creímos, el consumo de bebidas alcohólicas sí puede traer beneficios después de todo. Pero no te entusiasmes demasiado, chico, que solo son buenas noticias para las mujeres.
El-consumo-de-bebidas-alcoholicas-puede-alargar-la-vida.jpgUn reciente trabajo de investigación determinó que el consumo moderado de bebidas alcohólicas puede ayudar a las mujeres de mediana y tercera edad a vivir más, pero no a los hombres. Veamos un poco más de qué se trata.
Respecto a los hombres, los científicos observaron que aquellos entre los 50 y los 64 años que bebían, también vivían más que aquellos que nunca tomaban. Sin embargo, esa relación no estaba presente entre los hombres de más de 65. 
En otras palabras, el consumo de alcohol es positivo para las mujeres de más de 65, y para los hombres entre 50 y 64 años de edad
No es la primera vez que se hallan evidencias de efectos positivos del alcohol en la salud. Numerosos estudios han comprobado los beneficios de cierto tipo de bebidas alcohólicas en hombres y mujeres.El vino, por ejemplo, es sabido que protege y mejora la función cardíaca, así como mejora la memoria y el rendimiento cognitivo.
La cerveza, por su parte, también tiene algunos puntos a favor gracias a que se comprobó que tiene múltiples beneficios para la salud, como que mejora la función renal, protege los huesos y previene ataques cardíacos y cerebro-vasculares. 

Hallado un gen clave en la evolución de la mente


El córtex de cualquier primate –y de otros mamíferos— proviene de un grupo de células madre y células progenitoras situadas en una región muy concreta del sistema nervioso fetal (la zona subventricular, donde se halla la llamada glía radial). Durante la evolución de los primates, y sobre todo del linaje homínido, esas células precursoras se dividen durante cada vez más tiempo, y por tanto generan un córtex cada vez más grande.

Si la principal diferencia entre un ratón y un humano es el tamaño de su córtex cerebral, ¿por qué no se puede inyectar genes humanos a un ratón y hacer que su córtex se amplifique? Sí se puede. Científicos del Instituto Max Planck, la gran organización alemana de investigación pública, han descubierto un gen clave para la evolución del córtex cerebral humano, la sede de la mente. El gen apareció después de nuestra separación evolutiva de los chimpancés, pero antes de que divergiéramos de los neandertales. Y su inyección artificial en un ratón causa la amplificación de su córtex. De momento, los ratones siguen sin resolver ecuaciones diferenciales.
Si el gran problema biológico pendiente de resolver es cómo funciona el cerebro humano, la mayor cuestión evolutiva es cómo evolucionó esa máquina prodigiosa. Es sabido que las diferencias genéticas que nos separan de un chimpancé son muy escasas, pero también deben ser muy importantes, porque sin ellas no habría lenguaje ni poesía, n iarte ni ciencia. Ni siquiera metafísica. De ahí los grandes esfuerzos investigadores que están en marcha para encontrar esos pocos genes tan raros pero tan trascendentales.
Las nuevas y poderosas herramientas de la genómica han permitido a Wieland Huttner, Marta Florio, Svante Pääbo y sus colegas de los institutos Max Planck de Biología Celular Molecular y Genética, en Dresde, y de Antropología Evolutiva, en Leipzig, organizar una apabullante operación de caza y captura de los genes responsables del crecimiento explosivo del córtex cerebral durante la evoluciónhumana. Presentan su estrategia y sus resultados en Science.
Los científicos alemanes sabían dónde buscar. Desde los trabajos pioneros de Cajal y Golgi, un siglo de neurología ha esclarecido el origen –no evolutivo, sino embriológico— del desmedido córtex cerebral humano, la capa más externa del cerebro, la que le confiere su inconfundible aspecto rugoso y antiestético, y la que alberga todas las altas funciones mentales de las que nuestra especie está tan orgullosa, y a veces tan asustada.
Huttner y sus colegas del Max Planck han centrado su caza del gen, por tanto, en esas células madre y precursoras de la glía radial. Han usado la genómica para comparar la actividad de todos los genes que se expresan en esas células, tanto en fetos de ratón como humanos. Han hallado 56 genes que se expresan preferentemente en esas células y que no existen en el ratón. De los 56, solo uno ha pasado las pruebas de especificidad más exigentes. Su nombre es horrísono –ARHGAP11B—, pero tal vez tengamos que acostumbrarnos a pronunciarlo. O al menos ponerlo en un relicario.
Las pruebas que apuntan a ARHGAP11B como un regulador de la proliferación de las células precursoras del córtex son múltiples, pero sin duda la más llamativa de todas ellas es lo que hace ese gen cuando se le introduce en el cerebro en desarrollo de un ratón: sus células progenitoras de la glía radial se multiplican y se autorrenuevan, causando un crecimiento del córtex allí donde el gen está activo artificialmente. Incluso aparecen allí indicios degirificación, es decir, de los plegamientos y circunvoluciones típicos del cerebro humano (y de las nueces).
La clave del proceso está en las llamadas divisiones asimétricas. Cuando una célula precursora se divide, puede dar lugar a dos hijas que se diferencian como neuronas y no se dividen más; o puede producir una neurona y una nueva célula precursora que sigue dividiéndose para dar una neurona y una nueva célula precursora que sigue… La biología está repleta de algoritmos recursivos de este tipo. Incluso, durante cierto periodo, la célula precursora puede dar dos células precursoras, amplificando el reservorio de partida. Del balance entre estos procesos depende el tamaño final del cerebro, o del órgano en cuestión.
Durante la evolución, los nuevos genes surgen casi siempre de la duplicación (con variaciones) de un gen preexistente. ARHGAP11B no es una excepción, y surgió de la duplicación parcial de –¿lo adivina el lector?— ARHGAP11A, que sí existe en el ratón. El nuevo gen no solo existe en los humanos modernos, sino también en los neandertales y los denisovanos, las dos especies humanas extintas de las que tenemos genomas. Pero no está en el chimpancé, y por tanto surgió después de que nos separáramos de su linaje.

El 'cerebro' artificial de Google que domina los videojuegos

Los videojuegos han dejado de ser un dominio exclusivamente humano. La inteligencia artificial (IA), que cada día parece estar más cerca de crear una verdadera máquina pensante, acaba de irrumpir también en este escenario. Pero, que no cunda el pánico, no tendrán que enfrentarse ustedes a un humanoide como el de la película Yo, Robot, ni a un Terminator. La IA de Google DeepMind es puro softwareun programa de aprendizaje 'neurobiológico' basado en el hipocampo del cerebro, una red neuronal que, según psicólogos y neurocientíficos, nos permite a los humanos recordar acontecimientos experimentados, así como orientarnos en el espacio.
Este agente artificial llamado deep Q-network (DQN), que más bien es un algoritmo matemático, ha sido desarrollado combinando dichos mecanismos biológicos con técnicas de aprendizaje automático por refuerzo, algo novedoso que para muchos podría ser un hito eninteligencia artificial. Las pruebas de esta IA, publicadas este miércoles en la revista Nature, se desarrollaron utilizando 49 juegos clásicos diferentes de la compañía Atari, como Space Invaders oBreakout, habituales de las máquinas recreativas. "El agente interactúa con el entorno, seleccionando las acciones que maximizan alguna noción de recompensa, que en este caso sería alcanzar la más alta puntuación", explican sus creadores.
Para un gamer habituado a los juegos vintage puede parecer fácil elaborar estrategias, pero eso es porque los humanos ya estamos familiarizados con los movimientos de la máquina, pues ya los realizamos en la vida real. Sin embargo, un software no lo está. Si usted juega una partida de Breakout puede intuir a dónde va a ir la pelota, la IA no tiene forma de predecirlo. Así, DQN tuvo que aprender de la experiencia a medida que jugaba pues, su información previa se limitaba a los píxeles de la pantalla y a la puntuación para cada juego. Sorprendentemente, "rindió a un nivel comparable al de un probador de videojuegos profesional (y de carne y hueso), logrando más del 75% de la puntuación humana en más de la mitad de los juegos".
Para probar la habilidad de dos jugadores, nada mejor que un torneo.DeepMind necesitaba comparar su algoritmo con el rendimiento humano, así que su medida fue un probador de videojuegos profesional, habituado a crear estrategias que le permitan una alta puntuación. Según cuenta el equipo de desarrolladores, "la prueba del jugador humano fue llevada a cabo bajo condiciones similares a las que diseñamos para el agente DQN. Sin embargo, está claro que los humanos y los agentes artificiales no procesan la información de la misma manera. Cada uno tiene sus fortalezas y debilidades que vienen dadas por su desempeño de las tareas, lo que nos hace difícil una comparación perfecta en todos los factores potenciales".
Los buenos resultados de DQN no habrían sido posibles sin laarquitectura de redes neuronales profundas inspirada en el cerebro humano. Así, los creadores del algoritmo trataron de demostrar la importancia de la "experiencia replay", es decir, repeticiones. "Evaluamos el funcionamiento de DQN sin esta experiencia en 5 juegos y los resultados mostraron que las puntuaciones bajaron drásticamente, concretamente un 30%", concluyen los desarrolladores.
El trabajo de Google DeepMind, según el equipo, ofrece la primerademostración de que un agente de aprendizaje como DQN puede ser entrenado de principio a fin para manejar una gran variedad de tareas difíciles, teniendo como únicas directrices el número de píxeles para después transformar esa información en acciones que puede ejecutar en tiempo real. "Puede ser útil para dar sentido a datos complejos a gran escala, dando lugar adescubrimientos emocionantes en campos como la climatología, la física, la medicina o la genómica. Incluso podría ayudar a los científicos a entender mejor el proceso por el cual los seres humanos aprenden", aventuran los desarrolladores. "Después de todo, ya lo dijo Richard Feynman: 'lo que no puedo crear, no lo entiendo'".

sábado, 21 de febrero de 2015

Nuevos antibióticos combaten las bacterias superresistentes

Una nueva familia de antibióticos desarrollada por el equipo de César de la Fuente-Núñez, del laboratorio Hancock de la Universidad de la Columbia Británica, promete ser una ayuda importante en la lucha contra las bacterias superresistentes. El trabajo que ha publicadoChemistry & Biology, de Cell Press, se basa en atacar a las colonias de microorganismos. Estos forman películas (biofilms en la terminología científica) que les dan una especial resistencia. El grupo de péptidos (pequeñas proteínas) desarrollados actúa contra uno de los compuestos que sirven para confeccionar ese tejido.
“Las colonias bacterianas o biofilms, que son comunidadesmulticelulares, se estima que causan el 65% de todas las infecciones en humanos”, indica De la Fuente a EL PAÍS. “Y son hasta mil veces más resistentes a antibióticos convencionales que las bacterias que llevan un modo de vida solitario”, añade.
Parte de la eficacia de estos nuevos antibióticos está en su estructura. En la naturaleza, las proteínas tienen una configuración que polariza la luz hacia la izquierda (la forma L, de levógiras). Ya con anterioridad el equipo del investigador había trabajado con prototipos de antibióticos con esta configuración, pero se encontraron con un problema: es la estructura para la que están preparados los mecanismos de limpieza del organismo que destruyen las proteínas que sobran. Para evitar este peligro, al menos temporalmente, lo que han desarrollado son moléculas que son la imagen especular de las naturales (llamadas D o dextrógiras, que polarizan la luz hacia la derecha). Este sutil cambio hace que las proteasas (proteínas que rompen proteínas) que deberían destruirlas no las puedan atacar tan fácilmente. Es como si una persona fuera vulnerable a un robot que le identificara por llevar una pistola en la mano derecha, y lo burlara pasándose el arma a la izquierda.
De la Fuente y su grupo han probado estos péptidos en cultivos y modelos animales, y han comprobado que funcionan incluso en infecciones por bacterias superresistentes. Otra de sus ventajas es que “potencian la actividad de los antibióticos convencionales (que se prescriben en la clínica) para deshacerse de estos biofilms”, indica. “Hay que tener en cuenta que estos antibióticos por sí solos apenas afectan a los biofilms y actualmente no hay terapias efectivas contra la formación o erradicación de estas películas”. Para ello, basta con una pequeña cantidad de los nuevos péptidos combinados con antibióticos tradicionales. Ello aumenta sus posibilidades de actuación.
El desarrollo de De la Fuente-Núñez no es el único reciente para luchar contra el problema de las bacterias resistentes a los antibióticos. La semana pasada, un grupo de la Universidad de Utah publicó en PNAS, la revista de la Academia Americana de Ciencias, otro esperanzador trabajo. En este caso se basa en el descubrimiento de que el grupo hemo (el núcleo de la hemoglobina, la molécula que se encarga de transportar el oxígeno a las células) de muchas bacterias (las llamadas Gram positivas) no era como los demás.
La idea que proponen los investigadores es aprovechar que para conseguir un hemo diferente hace falta una ruta de síntesis distinta, lo que ofrece una diana que permitiría destruir las bacterias —interrumpir esos procesos específicos— sin afectar al resto de las células del infectado.

El joven médico que va a erradicar la segunda enfermedad humana

Hay un par de fotografías históricas que dejan claro que la humanidad, cuando quiere, puede superar en bondad y poder a cualquiera de los dioses adorados por las 4.000 religiones diferentes que existen en el mundo. La primera imagen muestra al cocinero somalí Alí Maow Maalin, de 23 años, con el cuerpo lleno de úlceras. En la segunda foto, tomada unos meses después, aparece el mismo joven pero sonriente, con sus heridas sanadas. Alí Maow Maalin fue, el 26 de octubre de 1977, la última persona que se infectó de manera natural de viruela, una enfermedad que llegó a matar a más de medio millón de personas al año, incluidos cinco reyes europeos solo en el siglo XVIII. Gracias a una campaña de vacunación masiva, la viruela fue la primera, y única hasta la fecha, enfermedad humana erradicada de la faz de la Tierra.
“Técnicamente es posible que veamos la foto del último enfermo de pian en 2017”, sostiene el médico español Oriol Mitjà. En el mundo rico, la palabra pian no dice nada. Pero en las regiones remotas de algunos países tropicales es una peste que azota donde se acaban los caminos, allí donde los médicos son como seres imaginarios de los que hablan los más viejos. El pian es una enfermedad olvidada provocada por una bacteria, emparentada con la sífilis, que sin tratamiento deforma los huesos, deja las piernas como lunas en cuarto menguante y llega a borrar, literalmente, la cara de las personas afectadas, sobre todo niños.
Ahora, el pian, que afecta a unas 500.000 personas, puede desaparecer del planeta gracias a una estrategia que, según se ha anunciado este miércoles, funciona. Un personaje del dramaturgo alemán Bertolt Brecht proclamaba: “Desgraciada la tierra que necesita un héroe”. En este caso, la tierra desgraciada son 13 países de África, el sudeste asiático y el Pacífico occidental, con los que se ceba el pian. Y el héroe es Oriol Mitjà.
En 2010, cuando tenía 29 años, el joven investigador aterrizó en la remota isla de Lihir, en Papúa Nueva Guinea, para trabajar como médico. Llegaba con un premio extraordinario de licenciatura y un máster en Londres sobre enfermedades tropicales bajo el brazo. Al poco de llegar, pasó por su consulta un niño con un síntoma que no había estudiado ni había visto antes en una estancia en India: una úlcera roja en el brazo del tamaño de una moneda de dos euros. Un médico local le puso al día: “Es el pian”.
La enfermedad llevaba olvidada medio siglo. En 1952, cuando había 50 millones de afectados en el mundo, la Organización Mundial de la Salud y Unicef pusieron en su punto de mira al pian con el objetivo de erradicarlo. Iniciaron una campaña de tratamiento masivo con inyecciones de penicilina en 46 países. Doce años después, el número de casos clínicos se había reducido un 95%. Entonces, se decidió relajar el cerco y la bacteria resurgió, volviendo a borrar rostros de niños en las regiones más pobres de los países más pobres.
Mitjà, enfrentado a un enemigo derrotable con un simple antibiótico, decidió no sumarse a la desidia de las autoridades. Junto a su director de tesis, Quique Bassat, ambos del Instituto de Salud Global de Barcelona, se puso a diseñar una estrategia para combatir el pian. Necesitaban un tratamiento más sencillo que un pinchazo de penicilina, una medida que requiere personal médico entrenado y genera miedo entre la población. En 2012, anunciaron los resultados de un estudio con 250 niños en la revista británica The Lancet: con una sola pastilla de otro antibiótico, la azitromicina que en los países ricos se suele emplear para bronquitis y otitis, los chavales con pian se curaban.
Animada por el impulso del español, la OMS decidió retomar el objetivo de erradicar el pian y se fijó como meta el año 2020. Como se necesitan tres años sin casos para dar una enfermedad por extinguida, el último enfermo de pian tendría que ser curado en 2017. Faltaba demostrar que la estrategia de Mitjà funcionaba a gran escala. Y funciona.
Un nuevo estudio que se publica este miércoles en la revista The New England Journal of Medicinemuestra los resultados de una campaña de tratamiento masivo para la mayor parte de los 16.000 habitantes de la isla de Lihir. En solo un año, entre 2013 y 2014, la proporción de enfermos cayó casi un 90%. La presencia de la enfermedad en la población pasó del 2,4% al 0,3%. Y el estudio continúa con seguimientos para llegar a los cero casos.
“Nuestros resultados demuestran que, técnicamente, la estrategia puede erradicar la enfermedad en 2020”, explica Mitjà por teléfono desde Papúa Nueva Guinea, donde coordina el Centro Médico de Lihir, a 48 horas de viaje desde su casa en España. En su hospital, el pian ha desaparecido. Cuando llegó en 2010, el médico novato se acercó a los colegios de la zona para conocer la extensión de la enfermedad que acababa de descubrir en su consulta. Solicitó a los profesores que pidieran a sus alumnos con úlceras que se levantaran. “La mitad de la clase se ponía en pie”, recuerda. Otros, con la cara borrada o los huesos torcidos, ni siquiera querían ir al colegio y se quedaban en casa.
Uno de los desafíos es poner de acuerdo a los 13 países afectados, ya que la campaña debe ser sincronizada para que sea eficaz. Eso significa coordinar a las autoridades sanitarias de países como Costa de Marfil, República Centroafricana, Congo, República Democrática del Congo, Timor Oriental y Papúa Nueva Guinea.

martes, 17 de febrero de 2015

Descubierta una misteriosa y descomunal nube en Marte

El 12 de marzo de 2012, un astrónomo aficionado captó una descomunal protuberancia en la atmósfera de Marte. Otros observadores fotografiaron con sus telescopios ese mismo penacho que parecía una nube y compartieron las imágenes en foros de Internet para que más aficionados intentasen captarlo. La mancha fue creciendo hasta alcanzar el día 20 una dimensión y altura inusitadas, algo que parecía sencillamente imposible y que, sin embargo, fue retratado por al menos 18 observadores en varios países.
“Era una formación muy extensa, llegó a tener un tamaño similar al de toda España, desaparecía durante la noche y volvía al día siguiente, cambiaba de forma… nunca se había visto nada igual”, reconoce Agustín Sánchez-Lavega, el astrofísico de la Universidad del País Vasco (UPV) al que los astrónomos aficionados alertaron de sus observaciones. Desde los primeros días comenzaron las especulaciones sobre las causas de aquel extraño fenómeno: ¿era el impacto de un meteorito, un géiser, una nube de hielo?
Hoy, un equipo liderado por Sánchez-Lavega y en el que comparten autoría expertos de la Agencia Espacial Europea o del CSIC y astrónomos amateur de EE UU o Reino Unido, intenta explicar qué sucedió en Marte en esos 10 días en los que se formó el primer gran “penacho”. En abril del mismo año se formó una segunda nube similar sobre la misma zona de la Tierra Cimmeria, una región marciana cercana al Polo Sur. Desde entonces no se ha vuelto a observar nada parecido.
El nuevo estudio, publicado hoy enNature, resalta que el fenómeno desafía el conocimiento actual que se tiene sobre el planeta rojo y su atmósfera. Sencillamente aquella inmensa protuberancia no debería estar ahí. Hasta ahora se habían captado nubes de polvo y vapor en Marte, pero nunca de ese tamaño y mucho menos a una altura de entre 200 y 250 kilómetros de la superficie, es decir, en los límites superiores de la atmósfera. Lo normal, explica Sánchez-Lavega, es que estas formaciones nunca superen los 100 kilómetros de altura. Lo único comparable fue un penacho captado en 1997 por el telescopio espacial Hubble y que el equipo ha usado para estudiar la composición de la nube de 2012.
La explicación más plausible es que sea una nube de hielo, señala el astrofísico de las UPV. En la Tierra, este tipo de nubes se forman cerca de los polos cuando hay caídas bruscas de la temperatura, explica Sánchez-Lavega, pero por lo general son muy delgadas, nunca con un grosor de unos 100 kilómetros como el observado. Además, en Marte haría falta una bajada de temperatura demasiado brusca (mayor de las que se suelen observar). Tampoco cuadra que haya agua suficiente en esa zona de Marte como para formar una nube de ese tamaño, comenta el científico. El equipo señala que la nube también podría ser de dióxido de carbono, el principal compuesto en la atmósfera marciana.
La segunda posibilidad es que se trate de una aurora provocada por la actividad solar, similar a las de la Tierra, pero unas 1.000 veces más brillante. Esta opción también deja flecos sueltos, pues, en general, el comportamiento del campo magnético del planeta no debería permitir este tipo de formaciones. Sin embargo, justo en la Tierra Cimmeria hay una anomalía del campo magnético que deja esa posibilidad abierta.

El CO2 de los océanos puso fin a la última glaciación

El final del último período glacial, hace 15.000 años, coincidió con la liberación de grandes cantidades de dióxido de carbono almacenado en los océanos del hemisferio sur, según una investigación de la Universidad Autónoma de Barcelona, la Universidad de Southamptony la Australian National University.
El trabajo, que ha publicado este jueves la revista Nature, concluye que el carbono que fue liberado del fondo de los océanos a la atmósfera provocó un aumento de las concentraciones de CO2 y un incremento global de las temperaturas en el planeta.
Según los investigadores, el descubrimiento aporta nuevos conocimientos sobre cómo los océanos influyen en el ciclo del carbono y en el cambio climático.
Para llegar a estas conclusiones, el equipo internacional ha calculado el contenido en carbono de las aguas superficiales a lo largo de los siglos mediante el estudio de la composición química de las conchas calcáreas de antiguos organismos marinos que habitaban la superficie del océano hace miles de años, y que ahora yacen bajo el lecho marino.
Los océanos almacenan unas 60 veces más carbono que la atmósfera, pero este carbono puede ser intercambiado rápidamente, en términos "geológicos", con la atmósfera.
El doctor Miguel Ángel Martínez Botí, investigador de la Universidad de Southampton y codirector del estudio, ha explicado que "lamagnitud y velocidad de estas variaciones periódicas en el CO2 atmosférico a lo largo de los ciclos glaciales sugiere que los cambios en el almacenamiento de carbono en los océanos influyen de manera importante a las variaciones naturales del CO2 atmosférico".
El otro codirector del estudio, el investigador de la Australian National University (ANU) y antiguo investigador del ICTA (Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales) de la UAB, Gianluca Marino, ha destacado que "se han encontrado concentraciones muy elevadas de CO2 disuelto en las aguas superficiales del Océano Atlántico Sur y del Pacífico Este que coinciden con incrementos en el CO2 atmosféricoal final de la última era glacial, lo que sugiere que estas regiones actúan como fuentes de CO2 de la atmósfera".
"Nuestro descubrimiento apoya la teoría que afirma que una serie de procesos que operan en el sector sur de los océanos Atlántico, Pacífico e Índico, la región llamada Océano Surcambiaron las cantidades de carbono almacenado en las aguas más profundas", ha indicado Marino.
"Cuando la comunicación entre estas aguas y la atmósfera es limitada, el carbono queda bloqueado en las zonas abisales, lejos de la atmósfera, durante todo el período glacial. Y en los períodos interglaciales cálidos pasa todo lo contrario", ha detallado el científico.
Los investigadores han analizado cientos de pequeños organismos recogidos en dos campañas. Una en un punto del Océano Atlántico Sur a medio camino entre el Cabo de Hornos y el Cabo de Buena Esperanza, a 3.800 metros de profundidad, durante una campaña del buque oceanográfico Polarstern, y la otra frente a la costa de Ecuador,a una profundidad de 2.200 metrosa bordo del buque oceanográfico Joides Resolution del International Ocean Discovery Program.
Para Patrizia Ziveri, profesora ICREA en el ICTA de la UAB y coautora de la investigación, "estos resultados ayudarán a entender mejor la dinámica de la acumulación de CO2 generado por el ser humano en la atmósfera, dado que el océano es un importante sumidero de carbono y la mayor reserva de este elemento de todo el planeta".
Mientras que estos nuevos resultados apoyan un papel primordial delos procesos en el Océano Sur en estos ciclos naturales, los científicos han advertido que todavía se desconoce la historia completa, el resto de procesos que operan en otras partes del océano, como puede ser el Pacífico Norte, y que podrían tener también un papel importante en la variación del CO2 atmosférico.
Océano glacial antártico.

viernes, 13 de febrero de 2015

Confirman que la terapia hormonal eleva el riesgo de cáncer de ovario

La sospecha de que la terapia hormonal sustitutiva (THS), un tratamiento común para la menopausia, puede estar relacionada con un aumento en el riesgo mayor de desarrollar cáncer de ovario parece confirmarse según los datos de un trabajo que se publica en «The Lancet» y que ha revisado 52 estudios epidemiológicos, con un total de 21.488 mujeres con cáncer de ovario, la casi totalidad de América del Norte, Europa y Australia. Sus datos indican que las mujeres que han sido tratadas con THS durante unos pocos años tienen cerca de un 40% más de probabilidades desarrollar cáncer de ovario que las mujeres que nunca han recibido THS. Según Richard Peto, de la Universidad de Oxford (Reino Unido), «habrá un cáncer de ovario extra por cada 1.000 usuarias y una muerte de más por cada 1.700 usuarias en las mujeres que han recibido THS durante 5 años a partir los 50 años de edad».
A pesar de que el uso de THS disminuyó rápidamente hace aproximadamente una década, dicho descenso se ha estabilizado, y solo en el Reino Unido y EE.UU. hay cerca de 6 millones de mujeres siguen este tratamiento. Además, las directrices existentes de la OMS, en EE.UU. y en Europa sobre THS no mencionan el cáncer de ovario y los estudios previos habían sido demasiado pequeños para evaluar de forma fiable los riesgos de su consumo durante un periodo corto de tiempo.
Lo que ahora publica este grupo internacional, coordinado por la Universidad de Oxford, y en el que han participado más de 100 investigadores de todo el mundo, es el análisis de los datos de los participantes individuales de 52 estudios. Y los resultados han mostrado que hubo un aumento significativo en el riesgo de desarrollar cáncer de ovario en las usuarias actuales o recientes (es decir, las mujeres que habían tomado THS durante los últimos 5 años), y que a pesar de que dicho riesgo se redujo con el tiempo después de interrumpir el tratamiento, aquellas que habían usado THS durante al menos 5 años tenían un leve aumento en el riesgo de cáncer de ovario 10 años más tarde.
Además, los investigadores dicen que el efecto de la THS sobre el riesgo de desarrollar cáncer de ovario es el mismo para los dos tipos principales de terapia de reemplazo hormonal –terapias que contienen solo estrógeno o las que combinan estrógeno y un progestágeno-. Asimismo, el aumento proporcional en el riesgo no se vio afectado significativamente por la edad en la que se comenzó a tomar THS, el tamaño corporal, el uso previo de anticonceptivos orales, histerectomía, el consumo de alcohol o de tabaco o los antecedentes familiares de cáncer de mama o de ovario.
El estudio ha visto también que de los 4 tipos principales de cáncer de ovario existentes, el incremento en el riesgo se observó únicamente para los dos tipos más comunes (cánceres ováricos serosos y endometrioides), y no para los dos menos comunes.
Para otro de los investigadores, Dame Valerie Beral, también de la Universidad de Oxford, «el riesgo definitivo de cáncer de ovario, incluso con un consumo de menos de 5 años de THS, está directamente relacionado con los patrones actuales de uso - la mayoría de las mujeres siguen la terapia durante menos de dos años- y tiene implicaciones para revisar las directrices actuales».
Confirman que la terapia hormonal eleva el riesgo de cáncer de ovario

El mundo tira ocho millones de toneladas de plástico al mar cada año



Que los mares y océanos se han convertido en vertederos es una realidad aceptada ya por muchos expertos, la única incertidumbre es cómo de grande es el basurero. Según la primera estimación de cuánto plástico llega a las aguas cada año en todo el mundo, la situación es mucho peor de lo que se esperaba.
En 2010 se vertieron al mar una media de ocho millones de toneladas de plástico desde 192 países con costa, según un estudio publicado hoy en Science. Es una descomunal masa entre 10 y 1.000 veces mayor que la que habría flotando, es decir, como con los icebergs, el problema de la contaminación marina puede ser monstruosamente mayor de lo que se aprecia desde la superficie.
Si se colocara toda esa basura a lo largo de las costas de la Tierra, habría cinco bolsas de la compra llenas de plásticos cada 30 centímetros, dice Jenna Jambeck, investigadora de la Universidad de Georgia y coautora del estudio. La masa de residuos crecerá cada año, dice. En 2015 se lanzarán al mar más de nueve millones de toneladas y, en 2025, el doble que en 2010.
Hasta ahora, varios trabajos habían estimado cuánto plástico hay ya flotando en el mar, pero ninguno se había propuesto calcular cuánto llega desde tierra cada año. El equipo de Jambeck lo ha hecho en base a datos oficiales de producción de plásticos, renta de cada país y gestión de residuos. Su estudio se centra en las poblaciones costeras, las que viven a una distancia de hasta 50 kilómetros del mar y el trabajo ha englobado zonas en las que habitan unos 2.000 millones de personas.
Los autores consideran que el origen de los residuos que acaban en el mar está en todo ese plástico que se tira de mala forma (por ejemplo en vertederos a cielo abierto o como desperdicios en el suelo) y que escapa a los servicios de recogida de basuras. Una fracción, mayor o menor dependiendo de las condiciones en cada país, acabará en el mar. El estudio ha calculado esa fracción en base a datos de EE UU y después los ha extrapolado al resto usando varios rangos de conversión.
El estudio señala a los 20 países que más contaminan y que, juntos, producen más del 80% de todo el plástico mal gestionado que hay en el mundo. China es de largo el número uno, seguido por Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka. Más países asiáticos que actualmente experimentan una potente expansión económica como Bangladesh, Malasia o Myanmar también aparecen alto en la lista, intercalados con algunos africanos como Egipto, Nigeria o Suráfrica, entre otros. En el puesto 16 está Brasil, en el 19 Corea del Norte y en el 20, EE UU. Los países con costa de la UE ocuparían el puesto 18, señala el trabajo.
Estudios anteriores, incluido uno realizado con datos de la expedición Malaspina, habían calculado que hay entre 6.350 y 245.000 toneladas de plástico flotante. Sus autores ya advirtieron de que se trataba de una fracción muy pequeña de lo que realmente podría haber en los océanos.
Los autores del estudio calculan que, de no hacer nada, en 2025 se habrán vertido al océano unos 155 millones de toneladas de plásticos. Se trata de una proyección incierta, claro, y además, dicen, hay posibilidad de reducir de forma drástica la llegada de los residuos al mar, por ejemplo, mejorando los sistemas de recogida de basuras. Uno de los mayores retos es conseguir que esto suceda en los países en desarrollo que copan la lista de los más contaminantes

¿Es buena una copa de vino al día?



Junto a la evidencia de los efectos nocivos del exceso de alcohol, existe un gran número de artículos científicos que concluyen que un consumo moderado puede ser beneficioso. Un trabajo publicado en 2012 en la revista científica British Medical Journal (BMJ) estimaba que media copa de vino diaria (5 gramos de alcohol) era la cantidad óptima para proteger la salud. Beber hasta esta cantidad podría evitar más de 4.500 fallecimientos al año en Reino Unido, de acuerdo conlos investigadores que realizaron aquel análisis.
Otros especialistas, como la española Linda Badimón, directora del Centro de Investigación Cardiovascular(CSIC-ICCC) de Barcelonahan afirmado que un consumo moderado de cerveza, de dos cañas al día para los hombres y una para las mujeres, puede “favorecer la función cardiaca global”.Emanuel Rubin, de la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia (EE UU), aseveraba en un artículo publicado recientemente en Alcoholism: Clinical and Experimental Research, que “la aplastante evidencia sugiere que los médicos deberían aconsejar a quienes nunca han bebido en su vida que entre los 40 y los 50 se relajasen y tomasen una bebida al día, preferiblemente con la cena”.
Sin embargo, esta corriente científica y médica que no ve el alcohol en pequeñas cantidades como un veneno peligroso tiene oponentes. Esta semana, un grupo de investigadores de Australia y Reino Unido ha publicado, también en la revista BMJlos resultados de un trabajo en el que ponían a prueba los supuestos beneficios de un consumo moderado de alcohol. Para realizar su análisis, tomaron datos de la Encuesta de Salud de Inglaterra 1998-2008 y concluyeron que, si se comparaba con personas que nunca habían bebido, la actividad protectora del alcohol se reducía a mujeres mayores de 65 años y, en menor medida, a hombres de entre 50 y 64 años. Incluso entre estos grupos, plantean que las modestas ganancias obtenidas del consumo de alcohol se deban a la selección de los sujetos de estudio.
El objetivo de los autores era matizar los resultados que suelen encontrar efectos beneficiosos en un consumo moderado de alcohol. Según ellos, estas asociaciones se pueden deber a que el grupo de abstemios con el que se compara a quienes beben un poco puede ser inadecuado. Esto se explicaría, por ejemplo, porque uno de los grupos de personas que no beben nunca nada son los antiguos alcohólicos, que tienen la salud más deteriorada por su pasada adicción a la bebida. Eliminando grupos como estos, los responsables del trabajo afirman que los efectos protectores del alcohol se reducen en gran parte de los casos. Teniendo esto en cuenta, sería posible que, en realidad, las personas que continúan bebiendo a partir de cierta edad lo hacen porque están más sanos y pueden, sin que eso signifique que es el alcohol lo que les da la salud.