La polinización es un asunto económico. Olviden el encabezado deMedio Ambiente de este texto y que los datos provienen de una influyente publicación científica. Las abejas y otros insectos son responsables de una tarea valorada en 153.000 millones de eurosanuales en todo el mundo. Pero desde hace años, las poblaciones de estos polinizadores está sufriendo un enérgico declive debido a un conjunto de causas como los pesticidas, la variación de lascondiciones ambientales o el uso de productos químicos en el campo.
La UE cifra este descenso en un 20% de media, con variaciones desde el 1,8% hasta el 53% en los 27 países miembros. De hecho, el problema llevó a las autoridades a aprobar en 2013 una moratoria de dos años en el uso de un tipo de pesticidas llamados neonicotinoides, lo que generó un intenso debate entre agricultores, fabricantes de químicos, ecologistas y científicos. La prohibición tendrá que ser revisada antes del fin de 2015 y la ciencia está tratando de dotar a los responsables políticos de las mejores herramientas para tomar la mejor y más informada de las decisiones.
En este escenario, dos potentes investigaciones publicadas en la revista Nature revelan que los polinizadores se sienten atraídos por el polen que contiene estos productos químicos como si de una droga se tratase y que estos compuestos afectan gravemente al desarrollo y crecimiento de las colonias de estos insectos.
La comunidad científica hasta ahora no dudaba de que estos compuestos afectaban a la viabilidad de las colonias de abejas, pero se asumía que los insectos eran capaces de detectar la presencia de pesticidas para evitarlos. Sin embargo, una de las investigaciones realizada en la Universidad de Newcastle (Reino Unido) demuestra todo lo contrario: las abejas se sienten atraídas por el néctar que contiene pesticidas neonicotinoides, a pesar de que no son capaces de notarlo al gusto.
Según comprobaron los autores, estos polinizadores no disponen en la zona de la boca de la maquinaria fisiológica, es decir, de los receptores, que les permitiría detectar los neonicotinoides. "Las abejas no pueden saborear estos pesticidas, así que no están preparados para evitarlos", cuenta a EL MUNDO Sébastien Kessler, investigador de la Universidad de Newcastle y autor principal del trabajo.
Los científicos no esperaban unos resultados como estos y confiesan que se quedaron "en shock". El experimento en principio era sencillo. Los investigadores pusieron unas pequeñas cajas con dos soluciones de glucosa (azúcar), una con una dosis muy baja de pesticida y otra sin ella. "Esperábamos que si las abejas eran capaces de detectar el neonicotinoide, no lo tomarían. Y que si no podían detectarlo, beberían de igual forma de ambas soluciones", explica a EL MUNDO Geraldine Wright, catedrática del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Newcastle (Reino Unido) y líder de la investigación. "¡Pero eligieron beber sólo el líquido con pesticida!", exclama.
Con estos resultados, el grupo de Wright tuvo que replantearse el trabajo y lo amplió, además de a las abejas de la miel ('Apis mellifera') a otra especie importante para la polinización: el abejorro común ('Bombus terrestris'). Y las conclusiones se vieron reforzadas. Los polinizadores se sienten atraídos por la comida contaminada por pesticidas y vuelven una y otra vez a los lugares con presencia de neonicotinoides a pesar de que no pueden saborearlo. ¿Por qué optan entonces por el polen contaminado?
Los investigadores consideran por tanto que estos productos suponen una amenaza para las poblaciones enteras. "Si las recolectoras prefieren el néctar que contiene neonicotinoides, llevarán mayor cantidad de comida contaminada a la colonia. Las colonias enteraspueden estar expuestas a mayores niveles de pesticidas en estado salvaje de lo que se pensaba hasta ahora", opina Kessler
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