miércoles, 25 de marzo de 2015

Islandia: un experimento genético de un milenio

Hasta ahora solo se podía hacer con la mosca o el pez cebra: irradiar o envenenar a cientos de miles de individuos para inactivar sus genes uno a uno y ver qué efecto tiene cada una de esas pequeñas catástrofes biológicas. Es el fundamento de la genética clásica, y obviamente no se puede hacer en humanos, pero Kari Stefansson y sus colegas de la empresa deCODE de Islandia han conseguido una forma de obtener el mismo conocimiento en nuestra especie. No ha hecho falta irradiar a nadie, porque la naturaleza ya había generado las mutaciones necesarias. El mayor estudio genómico que se ha hecho de una población ha descubierto así que el 8% de los islandeses –y seguramente de la humanidad— tienen completamente noqueado al menos un gen importante. Ahora hay que buscar qué les pasa.
Stefansson, uno de los genetistas más conocidos del mundo, fundó la firma deCODE en un intento de aprovechar las grandes ventajas que ofrece su país, Islandia, para la investigación de la genética humana. Islandia tiene 323.000 habitantes –algo menos que la ciudad de Córdoba—, y casi todos ellos provienen de un millar de vikingos que arribaron a sus costas alrededor del año 1.000. Sus familias y ayuntamientos conservan un registro minucioso de su genealogía que se remonta a siglos atrás, a veces hasta los primeros colonos que desembarcaron en la isla.
Y los historiales clínicos son detallados y accesibles para la investigación con los controles y consentimientos preceptivos. Todo ello convierte el país en un verdadero experimento genético prolongado durante mil años. A los genetistas de Drosophila melanogaster no se las ponen mucho mejor.
Los científicos de deCODE han secuenciado (leído) el genoma de 2.636 islandeses, lo que en sí mismo es una marca mundial, pero además han proyectado esos resultados a otros 104.220 individuos (sin leer su genoma completo), lo que dibuja un inmenso y meticuloso mapa genético que se extiende a un tercio de la población del país. Presentan los datos en cuatro trabajos de la revista Nature Genetics.
Entre los resultados más concretos de esa proeza cabe citar una mutación que causa fibrilación del atrio en personas jóvenes (en el gen MYL4); un conjunto de alteraciones que aumentan mucho el riesgo de varias enfermedades hepáticas (todas ellas en el gen ABCB4); una variante que altera de forma crítica los niveles de la hormona estimulante del tiroides y por tanto todo el metabolismo central (en el gen GNAS); y un nuevo gen esencial para determinar el riesgo de alzhéimer de una persona (llamado ABCA7). Estos genes se añaden a una larga lista de hallazgos de la compañía de Stefansson.
Pero el descubrimiento más espectacular no se refiere a esos genes humanos concretos, sino a todos los demás. Casi el 8% de los 104.000 individuos analizados tiene al menos un gen noqueado: no una mera variante, sino una mutación de las que inactivan por completo el gen en cuestión, como las que consiguen los genetistas deDrosophila irradiando o envenenando a sus moscas. Todos los datos indican que esto no es ninguna peculiaridad de la población islandesa, sino un rasgo general de la población humana que solo ha podido descubrirse con la lupa genómica de gran aumento que representa Islandia.
Aparte de lo chocante que resulta, la alta prevalencia de mutaciones graves (nulas, en la jerga, o que inactivan por completo un gen) supone una oportunidad valiosa de investigar a fondo la genética y la bioquímica humana, en la salud y en la enfermedad. Por eso ya conocíamos tan bien la biología de la mosca, el ratón, el pez cebra y los demás sistemas modelo: por la posibilidad de destruir sus genes uno a uno y observar los efectos. La naturaleza y Kari Stefansson nos han dado hecha la primera parte del experimento en la especie humana.
De hecho, hay 1.171 genes (el 6% de los genes humanos) que no solo están noqueados en algún individuo, sino que lo están en ambas copias (la procedente del padre y la procedente de la madre). Puesto que esas personas están vivas, es evidente que la función de esos genes no es esencial para la viabilidad del embrión, del feto ni del individuo, pero es probable que esas personas muestren alguna variación fisiológica más sutil, lo sepan o no. Ahí hay campo para investigar durante años o décadas por venir.
Un largo recorrido para el millar de vikingos que desembarcó en Islandia hace un milenio. No habrá muchos experimentos como este, al menos mientras no colonicemos el planeta Marte.

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