Los individuos adictos a la cocaína pueden continuar con su hábito a pesar de tener consecuencias desfavorables como la pérdida de las relaciones familiares y sociales. El motivo, según apuntaban investigadores de la Escuela de Medicina Icahn del Hospital Monte Sinaí el pasado febrero, es que los circuitos cerebrales responsables de la predicción de la pérdida emocional están alterados. Ahora, miembros de la Universidad del Estado de Washington (EE.UU.), esta trabajando en el mecanismo del cerebro que facilita el patológicamente poderoso papel de la memoria y los recuerdos en la adicción a las drogas. Su descubrimiento abre una nueva área de investigación de la terapia dirigida a alterar o desactivar el mecanismo y hacer la drogadicción menos compulsiva. No hay que olvidar que, aunque su consumo ha bajado con respecto a hace una década, se trata de una adicción que sigue siendo una problema de salud pública mundial.
Apagar el mecanismo supone «disminuir el impacto emocional o el contenido emocional de la memoria, por lo que baja la motivación de recaída», afirma Barbara Sorg, autora de esta investigación, cuyos hallazgos se publican en la última edición de «Journal of Neuroscience». Los recuerdos asociados con el consumo de drogas son el principal sospechoso en dirigir los impulsos detrás de la adicción a las drogas. El cerebro refuerza los recuerdos, en parte, al darles el peso emocional y el resultado es un plan personal de recompensas y señales que guían las decisiones fundamentales.
El consumo de drogas crea recuerdos tan poderosos que secuestran el sistema, convirtiendo la fisiología en patología. Sorg y Megan Slaker admnistraron cocaína a ratas macho en un entorno específico, una jaula de drogas, preparándolos para asociar la experiencia con ese lugar. Con cada nueva experiencia, las ratas dibujarían recuerdos de experiencias anteriores vividas allí, reconsolidadas con nueva información y, así, reforzarían el recuerdo.
En un grupo de ratas, los científicos retiraron las estructuras llamadas redes perineuronales que rodean un grupo de neuronas en la corteza prefrontal medial, un área de alto orden del cerebro importante para la atención, la cognición y el comportamiento inhibitorio, así como el aprendizaje y la memoria. Se cree que las redes regulan la capacidad de fortalecer o debilitar la forma en la que se recuerdan o reconsolidan los recuerdos.
De hecho, las ratas a las que se les quitaron las redes estaban menos interesadas en estar en la jaula de drogas. «Cuando los manipulamos y les quitamos estas redes de la corteza prefrontal, vimos que nuestros animales tenían recuerdos más pobres -detalla Slaker-. Fue un hallazgo muy novedoso ya que nadie jamás ha mirado estas estructuras dentro de la corteza prefrontal en relación con un recuerdo de drogas».
Sorg señala que el procedimiento probablemente no borró el recuerdo de drogas, sino que mitigó su poder emocional. El hallazgo abre la posibilidad de desarrollar una manera de apuntar, por ejemplo, a una proteína de las redes perineuronales, para contrarrestar la influencia de la cocaína sobre los recuerdos.
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